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A su regreso, Latinoamerica estaba envuelta en un clima de agitación política 
que influyó de manera decisiva en su obra artística. 
Coincidieron en 1969 la
Invitación a la Bienal de Grabado de Chile con la llegada al poder de 
Salvador Allende, primer presidente socialista en el mundo electo por la vía 
democrática. Y Ojeda, tan sensible con lo social, quedó subyugado con el
"experimento socialista chileno". La burbuja explotó en 1973.
Los golpes
militares se sucedieron en Chile, Arentina, Uruguay, y Brasil.
Su nombre pasó 
de las galerías de arte a las "listas negras" que circularon entre los 
servicios de inteligencia militares, y hasta llegó a tener el dudoso honor de
figurar en la "lista de extranjeros fallecidos durante el golpe militar en
Santiago". De manera clandestina debió sacar su obra artística de Chile y
continuar su impenitente peregrinaje por todos los paises Latinoamericanos
buscando un clima de libertad para crear y de tolerancia para expresarse.
México fue una escala obligada y en 1974, los Estados Unidos le abrió sus
puertas. Llegó con un bagaje de vivencias, quince exhibiciones individuales y 
colectivas en ocho paises y una nostalgia de alegría, magia y poesia
latinoamericana.
Naúl Ojeda se residenció en Washington DC y fue redescubierto por Franz
Bader, austriaco, otro inmigrante, reconocido galerista, autoridad en arte y
generoso en afecto. A los dos años, agobiado aún por la depresión del
inmigrante, sin dominar el inglés y con la nostalgia de colores y formas que
dejó atrás, vio de nuevo el sol: su nombre apareció en el Washington Post en
una critica de arte muy favorables a su obra.
Han transcurrido 27 años y este inmigrante, hoy ciudadano americano, continúa
siendo en todo el continente, el reconocido poeta visual que plasma sobre la
madera, el linoleo y la tela -con las técnicas más sencillas- la magia de sus
imagenes líricas.

(fin)